Anécdota rolera: La aparición del Big Bad Boss

En un arco de fantasía siempre hay un malo malísimo. Todas las personas que juegan a rol están acostumbradas a que haya un antagonista que es quien crea el conflicto de la historia, por lo que hay que detenerle de cualquier forma que PJ's puedan imaginar. Así pues, esto no queda exento a anécdotas interesantes que vale la pena contar.

Para la siguiente anécdota, tenéis que imaginar las tiradas que hice para que los sucesos pasaran como pasaron. 

Sin más preámbulos, empecemos.

PJ's acababan de terminar una misión relacionada con trolls, un cíclope y un entramado de cuevas que terminaron derrumbándose por una bomba (esto para otro día). Volvían de una isla, así que se encontraban navegando en un bote hecho para transportar a menos de diez personas.

De repente, a lo lejos vieron una nave que se acercaba. Todos decidieron mantener el rumbo, así que el encuentro iba a ser inevitable. Cuando esa embarcación estaba lo suficientemente cerca, se dieron cuenta de que había una bandera negra, con dos huesos cruzados y el cráneo de una especie de canino. Eran Gnolls.

El abordaje produjo una cruda batalla en la cubierta del bote, pero los PJ utilizaron su ingenio para no dejar entrar a más Gnolls de la cuenta, a la vez que su superioridad en nivel les hacía poder destrozar a las criaturas. Hubo mordiscos, sablazos, bolas de fuego, hachazos por parte de nuestro guerrero, empujones por la borda, todo lo que debería tener una épica batalla. Sin embargo, cuando quedaban solo seis de esos monstruos intentando abordar la nave, de los 15 que habían comenzado, estos comenzaron a vitorear a algo que los PJ's no podían ver. Entonces llegó él.

Subiendo por el mástil del barco enemigo, PJ's divisaron a un enorme monstruo con aspecto de hiena con un arco metálico. Este soltaba una sonora carcajada mientras se posicionaba en el punto más alto de la embarcación, y el silencio reinó cuando tensó su arco.

Los PJ's cerraron los ojos esperando el impacto de una flecha asesina cuando escucharon el tañir de aquella cuerda brillante, probablemente hecha también de metal, pero en vez de ello, abrieron los ojos para ver que esta se había roto y había hecho una horrible herida en el rostro del capitán de los Gnolls. Acto seguido, este intentó recobrar el equilibrio y cayó por la borda. Hubo silencio durante unos segundos.

Antes incluso de que cualquiera pudiera reirse, los Gnolls volvieron a su barco, cabizbajos, y se dispusieron a marcharse sin decir ni una palabra y dejando caer sus armas por el camino.