El relato de Trivael

Este es un relato que hice hace unos años. En un principio era para hacer la historia de un personaje de rol (adivinar cual juego no es difícil) pero luego lo adapte para que fuera un relato. Espero que os guste.



Existen historias que empiezan con un noble pagando por la inmortalidad, otras con un amante a punto de morir y otras con una pobre alma víctima del capricho de un ser superior (o inferior según como se mire). Este no es uno de esos cuentos, puesto que el comienzo de este se remonta al asedio de un castillo actualmente ruinoso y de nombre ahora olvidado en un día cuya mención ha sido prohibida. Ciertamente, un evento importante aconteció cuando yo apenas tenía veinticinco años de edad. Me marcó para toda la eternidad y más aun las consecuencias que trajo el simple hecho de haber participado de la manera en que lo hice.

Hubo tres razones para prohibir que alguien mencionase esta reyerta. La primera es la causa de la guerra, pues todo ocurrió por la crueldad del gobernante de aquella región, Kratanis. Un hombre casi desconocido actualmente.Sus sanguinarios y retorcidos métodos de gobierno condujeron a los habitantes a tomar medidas desesperadas, lo que me lleva a la segunda razón, que es la participación de asesinos a sueldo y bandidos. Casualmente yo me encontraba dentro de un pequeño equipo de mercenarios conformado por quienes fueron mis mejores amigos, mis compañeros, mis hermanos…
Pero mejor no me pongo nostálgico… si, los recuerdo con mucho aprecio, pero no me iré por las ramas lord pino.

Lo cierto es que mi grupo y yo nos esforzamos como nunca lo habíamos hecho ese día, esto se debía a que luchábamos por una buena causa, la liberación de una región entera y su salvación. Kratanis había declarado que sanearía todos los pueblos por alguna razón que, mil perdones, no recuerdo, fue hace demasiado tiempo. De esa guerra recuerdo un millar de hombres con ropas harapientas y armaduras ligeras y magulladas en medio de una estepa marchando bajo el sol de mediodía, todos con la misma mirada que nosotros, es decir, la mirada de una persona que por una vez en su vida pudo dormir tranquila al saber que está haciendo un bien. Al final todos teníamos un valor que no sabíamos que podríamos tener cuando llegamos a las proximidades del castillo aparentemente desolado casi al mismo tiempo que la puesta de sol.
Las puertas estaban cerradas, pero eso no resultaba un problema, todos estábamos acostumbrados a misiones de infiltración naturalmente. La puerta era parte de una muralla que protegía un castillo enorme con una torre central el doble de alta que el resto de la construcción, había muchas ventanas y abundantes almenas, por lo que el castillo había sido construido con la intención de soportar un asedio desde todas las direcciones.

 La primera señal de que algo raro pasaba fue la increíblemente fácil incursión, al penetrar en el espacio que había entre la muralla y el castillo, nos encontramos con la ausencia de defensa, las puertas hacia la estructura central abiertas… todo vacío (sin entrar dentro de la ciudadela, tampoco fuimos demasiado tontos), incluso habían puertas dentro de la muralla, con unas escaleras que conducían al parapeto y otras a un nivel subterráneo, pero ni un sonido, no había nadie allí… o eso creímos.
Al caer la noche, nos habíamos desmoralizado, supusimos que ya todos los habitantes del castillo habían ido a librar una guerra o algo así, pero sorprendentemente comenzaron a salir soldados de todas las puertas, por supuesto, los primeros gritaron:
-¡Intrusos!- alertando a sus otros compañeros, que salieron del interior de la ciudadela (esto último casi nos lo esperábamos).

 Al final terminamos rodeados por gente sin armaduras, vestidos con ropas harapientas y con espadas oxidadas o rotas. La verdad es que fue bastante fácil cercenarlas, pero todavía me arrepiento de no haberme retirado al ver que eso era demasiado fácil, aquellos eran unos simples esclavos bajo el mandato de seis personas que cayeron desde lo alto de la ciudadela sin sufrir ningún daño, excepto dos de ellos, que se retorcieron un poco de dolor, ¡pero es que una persona normal debería haber muerto!

Perdón por haberme alterado lord pino, aquel día se quedó grabado en mi memoria para atormentarme en mis peores pesadillas, pero me estoy desviando, prosigo. Con el fin de encontrar a Kratanis me adentre en la ciudadela mientras mis compañeros distraían a esos seis monstruos, la única entrada era una puerta de tamaño común que daba a unas oscuras escaleras, curiosamente, para subir tenias una dirección en sentido horario, por lo que habían pasillos a la izquierda en cada piso, deduzco que llevaban a las numerosas ventanas que la fortaleza poseía, sin embargo, no se podía ver nada aunque tuvieran antorchas encendidas. Supe que había llegado a mi destino cuando me vi en una sala sin ventanas, iluminada por antorchas resplandecientes que se reflejaban en el suelo, en donde por cierto habían dos enormes espejos que cubrían toda la sala a excepción de una alfombra roja que iba desde mis pies hasta un trono en el que… si, ahí estaba él.

 El líder de aquella región estaba ante mis ojos, tenía una mirada penetrante y maligna. Era intimidante y arrogante su postura en aquel trono de oro, recuerdo bien lo que me dijo:
-Tu mente… tiene mucha capacidad, creo que podría soportar los conocimientos de mi clan… y más aun con lo vacía que está…déjame ver tus habilidades en combate.

 Recuerdo que pestañee y aquel hombre desapareció, y pensé que era imposible que alguien hubiese podido escapar a la velocidad de un pestañeo, no podía ser, hasta que le oí aclararse la garganta… justo detrás de mi. Me giré apresurado y apuntándole con mi espada, Dios sabe que intente cortarle con todo lo que tenía, pero era inútil, su velocidad era monstruosa, demoníaca.

 No me lo va a creer lord pino, pero sólo con un dedo pudo enviarme volando a su trono rompiéndome una o dos costillas, me sentía débil e impotente, no podía hacer nada para vencer a ese monstruo, quería escapar, pero mi orgullo me lo impedía… bueno, en realidad era el pánico lo que me había paralizado. Kratanis se acercaba lentamente con una sonrisa clavada en su rostro y yo negaba con la cabeza mientras el decía:
- Quizá puedas serme útil, te veo con un buen potencial… definitivamente, eres tu, aquel oráculo se refería a ti, un mercenario cuyo destino es ser parte de mi clan ¿creías que el hombre que os pidió ayuda era un humano? Claro, no tienes ningún conocimiento del tema, si, puedo leer tu mente. Fue el chiquillo de mi querida Laydine quien se hizo pasar por campesino desesperado en aquella taberna, y fui yo quien planeó esta batalla en desventaja para encontrarte…Trivael.

 Todo se volvió borroso en ese instante, sólo puedo recordar a ese vampiro mordiéndome el cuello, después de eso no recuerdo nada hasta que una hermosa mujer me intentaba despertar, viendo su busto no pude prestar atención a la posiblemente importante explicación que me estaba dando… si lord pino, es un poco vulgar, pero estoy siendo lo más sincero que puedo con usted. En fin, cuando entré en razón me levanté de un salto, me encontraba en la misma sala en la que estaba … ella.

 Laydine era su nombre, me dijo que había anochecido y que podíamos salir a encontrarnos con nuestro sire. Yo me encontraba asombrado, pero de alguna manera ella me parecía alguien conocido… no, no era amor.

 Y ahora viene la tercera razón por la que la mención de aquella batalla fue prohibida. Mientras bajábamos por las escaleras de caracol de la ciudadela Laydine me contaba en lo que me había convertido, un Malkavian de séptima generación, me habló de la marca de Caín, y de otras cosas que sorprendentemente recordaba aunque nunca hubiese oído hablar de ellas. La verdad es que fue una charla interesante, pero lo que vi cuando salimos… a partir de ahí, lo re cuerdo todo como si estuviese pasando ahora mismo. Era de noche, la luna iluminaba la noche con su espectral belleza, un manto de estrellas más brillantes de lo normal cubría el despejado cielo negro sobre… AAAAHG! ¡Mis hermanos!... ¡Mis compañeros!... ¡las únicas personas a las que podría considerar familia!... todos muertos, desmembrados, y a su alrededor estaba el pequeño ejército que había intentado ocupar el castillo y asesinar a Kratanis, todos en las mismas condiciones.

 La ira y el odio envolvieron todo mi ser, cada parte de mi cuerpo deseaba venganza contra esas seis personas que se reían de una manera arrogante de sus víctimas. Recuerdo que uno de ellos me intento decir algo antes de que le cortara el cuello con su propia espada, al mismo tiempo que sus hermanos se abalanzaban hacia mí. Aun así, sus habilidades eran casi nulas, eran lentos, sin técnica... sin experiencia en combate. Uno por uno cayeron por el filo de mi espada ahora carmesí, mientras que Laydine me atacaba con un rostro lleno de furia.

 La pelea duró toda la noche, un esfuerzo que un humano apenas sería capaz de soñar, a una velocidad que me sorprendía cada vez mas... sí, mi Lord, ya no era humano en ese entonces, de hecho ella utilizaba la magia, unos hechizos que creía inexistentes, pero justo antes de que los rayos del sol nos matasen, la empuje de una patada con toda mi voluntad y mis últimas fuerzas, lanzándola contra la muralla, a unos cien metros más o menos, permitiéndome un buen escondrijo en la cima de la torre.

Una vez que la noche cayó sobre aquella siniestra fortaleza, pude ver que Laydine había salvado la mitad de su cuerpo corriendo a toda velocidad hasta la puerta de la edificación, pero sus piernas habían sido carbonizadas por la pureza del día. Mi sed de venganza asomó de nuevo y me cegó completamente para hacerme ejecutar la peor idea que he tenido nunca... sí, bebí su sangre... pues, es el dolor mas horrendo que he podido experimentar en mi larga existencia, un dolor que corría por mis venas y martilleaba mis entrañas junto con la horrible sensación de que Laydine estaba conmigo en todo momento. Por ello mi aura es negra, ya que ahora estoy maldito por haber bebido la sangre de mi hermana... sí, ella fue transformada por Kratanis, de modo que técnicamente lo era... entiendo, de hecho yo también tengo que irme, fue un placer conocerle Lord Pino... ah, pues aparte de darme mucho más poder, los vampiros saben lo que he hecho por el color de mi aura, de modo que tengo a cazadores de recompensas pisándome los talones en todo momento además de que mis alucinaciones empeoran cada momento que pasa... sí, yo también espero verle otra vez algún día.


 Y así, Trivael se dirigió tranquilamente hacia el norte, lugar en donde percibía que estaba su sire, Kratanis, no sin antes mirar hacia atrás para ver el castillo de Lord Pino, que muy a su pesar sólo era una colina con un pino solitario en la cima. En ese momento cayó de rodillas comprendiendo que sus alucinaciones iban a peor, ya ni siquiera podía distinguirlas de la realidad. Quiso quedarse en la hierba descansando su mente y apaciguar su espíritu destrozado, pero escucho los gritos de sus perseguidores a lo lejos, podría vencerlos fácilmente pero prefería no aumentar el precio a su cabeza, antes de comenzar a correr bajo la sonrisa socarrona de la luna creciente, alzó su puño y grito a los cuatro vientos.
-¡Kratanis, espero que hayas disfrutado de tu larga existencia!

Sus palabras infundieron el odio que le había permitido seguir viviendo desde el día que dejo de ser un hombre, esa ira que le hervía la sangre y carcomía todo su ser. Una vez más, Trivael corría para encontrar a su sire como había estado haciendo desde hace cien años, sin miedo, sin piedad, sin humanidad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Anécdota rolera: el minotauro

Cosas de rol: cómo crear ambiente.

Lore de mis relatos: La noche del colibrí