Supernova. Capítulo 1
La puerta al cerrarse detrás de un hombre trajeado produjo un ruido sordo. Entonces este comenzó a leer detenida pero silenciosamente los papeles que llevaba en las manos. La pequeña habitación estaba bien iluminada, así que la persona sentada frente a él podía ver lo atrapada que estaba. Sólo había una puerta, una mesa entre los dos con algunos objetos y una cámara en el techo.
- Entonces, señor... Gregorson -dijo el hombre trajeado sin alterar el tono de voz, que era fuerte y amenazante- sus cargos son: destrucción de propiedad privada... una mansión entera, escapando de las autoridades y el uso de objetos no registrados -esto último lo leyó señalando los objetos de la mesa- todo armas.
La persona sentada con sus manos atadas con un material azul señaló a una especie de pistola usando su barbilla.
- Eso no es un arma, es una pistola-inyección.
- Para regeneración de células a alta velocidad, lo sé, es una sustancia ilegal- el hombre no habló mientras se acomodaba la corbata y luego continuó:
- Ya sabes lo que hace a tu cuerpo.
- Nah, lo he usado miles de... -Gregorson cerró la boca en reacción a la mirada que su interlocutor le estaba dando.
Hubo u momento de silencio, pero el hombre trajeado atravesó la muralla de tensión como si nada.
- Y eres el asistente de lo que llaman... Supernova ¿verdad?
- Compañero -corrigió Gregorson.
El hombre sonrió- cabeza de turco, entonces -este cruzó los brazos y luego añadió- no es un buen momento para ser un héroe ¿sabes? La policía tiene mejor tecnología que en los libros de colores que los niños leían en otra época.
- Pues yo creo que nos envidias. Nosotros podemos actuar según lo que creamos correcto. Somos libres.
- Ya no, al menos tú.
- ¡Más equivocado no podrías estar! yo sólo me dejé arrastrar a este emplazamiento para darte un mensaje, comisario -dijo Gregorson sonriendo.
- Y... ¿Cuál podría ser ese mensaje?
- La gente no va a ser corderos nunca más -miró a la cámara- temednos, a los héroes. Porque los villanos a los que pisamos los talones sois vosotros.
El comisario enarcó sus cejas, pues su sorpresa era suma.
- ¡Ah! -exclamó con socarronería- muy bien, pero antes me tendrá que decir cómo va a escapar de este edificio, señor Gregorson.
Tras unos minutos de silencio, el arrestado respondió de la manera más elocuente que pudo mientras que gotas de sudor comenzaban a surgir de su frente.
- Uh...
Entonces el sonido de explosiones llegó hasta él. También el de armas disparándose y las alarmas envolviendo a todo el edificio. Ambos se miraron fijamente, pero esta vez, Gregorson tenía una expresión desafiante.
- ¿Él está aquí?
- Ella -corrigió el prisionero.
El comisario estaba a punto de estallar en cólera cuando una explosión destruyó el techo, creando una densa nube de humo y escombro. Se oyó otro impacto y la nube se disipó en un instante. El trajeado comisario frunció el ceño cuando vio un agujero en una pared que no podría ser siquiera rasguñada por un tanque moderno. Gregorson se había ido junto con sus efectos personales.
- Entonces, señor... Gregorson -dijo el hombre trajeado sin alterar el tono de voz, que era fuerte y amenazante- sus cargos son: destrucción de propiedad privada... una mansión entera, escapando de las autoridades y el uso de objetos no registrados -esto último lo leyó señalando los objetos de la mesa- todo armas.
La persona sentada con sus manos atadas con un material azul señaló a una especie de pistola usando su barbilla.
- Eso no es un arma, es una pistola-inyección.
- Para regeneración de células a alta velocidad, lo sé, es una sustancia ilegal- el hombre no habló mientras se acomodaba la corbata y luego continuó:
- Ya sabes lo que hace a tu cuerpo.
- Nah, lo he usado miles de... -Gregorson cerró la boca en reacción a la mirada que su interlocutor le estaba dando.
Hubo u momento de silencio, pero el hombre trajeado atravesó la muralla de tensión como si nada.
- Y eres el asistente de lo que llaman... Supernova ¿verdad?
- Compañero -corrigió Gregorson.
El hombre sonrió- cabeza de turco, entonces -este cruzó los brazos y luego añadió- no es un buen momento para ser un héroe ¿sabes? La policía tiene mejor tecnología que en los libros de colores que los niños leían en otra época.
- Pues yo creo que nos envidias. Nosotros podemos actuar según lo que creamos correcto. Somos libres.
- Ya no, al menos tú.
- ¡Más equivocado no podrías estar! yo sólo me dejé arrastrar a este emplazamiento para darte un mensaje, comisario -dijo Gregorson sonriendo.
- Y... ¿Cuál podría ser ese mensaje?
- La gente no va a ser corderos nunca más -miró a la cámara- temednos, a los héroes. Porque los villanos a los que pisamos los talones sois vosotros.
El comisario enarcó sus cejas, pues su sorpresa era suma.
- ¡Ah! -exclamó con socarronería- muy bien, pero antes me tendrá que decir cómo va a escapar de este edificio, señor Gregorson.
Tras unos minutos de silencio, el arrestado respondió de la manera más elocuente que pudo mientras que gotas de sudor comenzaban a surgir de su frente.
- Uh...
Entonces el sonido de explosiones llegó hasta él. También el de armas disparándose y las alarmas envolviendo a todo el edificio. Ambos se miraron fijamente, pero esta vez, Gregorson tenía una expresión desafiante.
- ¿Él está aquí?
- Ella -corrigió el prisionero.
El comisario estaba a punto de estallar en cólera cuando una explosión destruyó el techo, creando una densa nube de humo y escombro. Se oyó otro impacto y la nube se disipó en un instante. El trajeado comisario frunció el ceño cuando vio un agujero en una pared que no podría ser siquiera rasguñada por un tanque moderno. Gregorson se había ido junto con sus efectos personales.
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