El caso de Jörg. Parte 1

Existen cosas que los humanos oímos, vemos, sentimos y tememos. Pero éstas, ya sea por gracia o desgracia, ignoramos, las consideramos imposibles y por tanto nuestro cerebro las omite. Pero no por ello se quedan fuera del subconsciente.

Los invisibles, las otras personas, estos eran los nombres con los que Jörg calificaba a las voces que escuchaba de niño. Sus padres pasaron una temporada muy preocupados por el comportamiento de su hijo, quien apenas dormía y parecía estar bajo un constante e intenso estrés. La situación vio su final cuando un amable doctor le recetó unas pastillas que le convirtieron por fin en una persona normal, ignorante de todo aquello que le acechaba.

Más de veinte años pasaron desde entonces y aquel chico asustado terminó convirtiéndose en un adulto responsable. Justo aquel viernes se encontraba en una habitación vacía presionando los botones de una máquina de café. Hacía poco que se había tomado un descanso de la pesadez de estar sentado en una oficina, aún así, desde siempre había apreciado este tipo de momentos aburridos. No recordaba la razón de ello.

Mientras escuchaba la preparación de su bebida, un olor pasó por sus fosas nasales, una especie de aroma conocido de hace muchos años pero que le era imposible de identificar. Se giró entonces para buscar el origen de aquello, pero sólo se encontraba él en una sala con una mesa y varias sillas. La puerta seguía entreabierta; de hecho, con su pomo roto no había quien pudiese cerrarla, aunque tampoco había quejas. Así pues, el hombre bebió su café y pasó el resto del día como lo hubiese hecho normalmente.

Aquel día había sido aburrido, ya que todos sus compañeros se habían ido a una de esas charlas de formación que a Jörg tan poco le importaban.


Llegó a su piso con su mala gana habitual y observó la foto de su difunta prometida. Soltó un suspiro y luego se dirigió al sofá. Más o menos a las dos de la madrugada, Jörg estaba viendo un programa de cosas paranormales, uno de esos en los que se entrevista a personas que habían vivido experiencias extrañas. Ese día en concreto el invitado era un niño que veía y oía fantasmas.
- Qué típico... -se dijo el hombre.

Pero de repente, el chico comenzó a relatar sobre algo muy diferente a lo que él se esperaba. El chico hablaba de cosas horribles que susurraban al oído.
- No jodas -pensó Jörg. Luego, al  seguir escuchando al niño lo dijo en voz alta.

En ese momento escuchó cómo se abría una puerta, y aún antes de volverse para ver nada fuera de lo común, algo dentro de él sabía que el sonido provenía de su cabeza, de un rincón profundo que había intentado olvidar y que a estas alturas le parecía más una lejana pesadilla que un recuerdo. Incluso sus padres siempre eludieron el tema después de su visita con el doctor.

Su boca se secó por la extraña sensación que le recorría el cuerpo, era miedo. Un terror que corroía sus entrañas desde siempre y no se había dado cuenta. Y en ese momento escuchó algo, pero no llegaban a ser palabras. Se trataba de un susurro que salía de detrás de su nuca.

Jörg se giró pero la voz seguía proviniendo de la misma dirección. El hombre comenzó a sudar por el horror de sentir cómo las palabras que silbaban en el aire se hiciesen más solidas, más físicas, más externas... más reales.

Y tras unos tortuosos minutos, los susurros que rondaban su cabeza se solidificaron en una voz que hablaba con una voz apenas audible. Esta decía cosas que Jörg desearía no haber escuchado. ¿Qué estaba pasando? ¿había perdido la cordura repentinamente? ¿ por qué ahora?
- Porque eres débil. No tienes nada por lo que vivir, mereces la muerte, despojo de hombre.

Las lágrimas cayeron por las mejillas de Jörg mientras se aferraba los oídos inútilmente. El dolor de su corazón surgió más fuerte que nunca, más aún que en aquellos días siguientes al accidente. El hombre soltó un alarido y con su mano derecha intentó apartar a lo que sea que le estuviese hablando. No se esperaba que eso se interpusiese en la trayectoria de su mano.

Había algo fuera de su rango de visión, y era algo que constantemente le había susurrado cosas horribles durante toda su vida. Lo supo cuando era niño y volvió a dejar de ignorarlo esa misma noche, que estaba destinada a ser muy larga.

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