La víbora de plata. 1

Las historias decían que la víbora plateada estaba escondida en un punto del ancho mar. También decían que se trataba de un objeto maldito con el poder de cambiar al mundo.

El anciano contó aquellas historias a un crío que resultó ser la persona que estaba más cerca de descubrir la localización del supuesto artefacto. Y ultimadamente, el viejo le contó la pista que sabía sobre ello, porque vio la ira y las ansias de venganza en los ojos del niño.

- Se encuentra en una roca blanca y azul se encuentra la víbora plateada. Has de navegar a través de un mar donde el sol no se atreve a mostrar su faz y donde una manta pura y fría cubre la tierra. Si la buscas, la encontrarás, pero por favor, piensa en lo que significa despertar a la serpiente plateada. El precio es demasiado alto.

Sin embargo, el anciano fue totalmente ignorado, pues el crío había dejado de escuchar incluso a su propio sentido común. Y así, su viaje inició. Navegó a través de tormentas que habrían atemorizado a cualquier corazón, se sobrepuso al hambre, la sed, incluso a la locura tras haber pasado tanto tiempo en el mar. Incluso cuando sus extremidades entumecieron por el frío que calaba en sus huesos y acuchillaba sus pulmones, nunca dejó de ir hacia adelante.

Y al final, cuando sus labios estaban rotos al igual que su espíritu, lo vio. Un enorme bloque de hielo con un altar dentro de una cueva tallada con runas en su interior. Era majestuoso y sobrecogedor, aterrador y atrayente. Los susurros que despedía aquella cueva taladraban el debilitado cerebro del crío y ensartaban su alma con garfios, haciendo que este se viera arrastrado por una irresistible fuerza hacia la cueva. Olvidó la venganza, su nombre, su humanidad; olvidó todo excepto la sensación de un amor que le esperaba reposando en un altar dentro de un glaciar.

Nadó incluso hasta el altar aunque la hipotermia dejara sus días de vida en horas, como mucho.

Finalmente, sus azules dedos tocaron el artefacto, y este se enroscó en su brazo hasta que los morros de la serpiente tocaron la nariz del crío. Se miraron durante unos segundos y el proceso se completó con la muerte de aquel que hacía tiempo había dejado de ser un niño.

Estaba hecho. Sólo los dioses podrían saber qué le esperaba al mundo.

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